jueves, 20 de noviembre de 2008

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¿Con qué palabra puedo empezar una carta de la cual no conozco propósito ni razón? Remito mis palabras en letras y no en sonidos con el anhelo de poder desconfiar más de mis supuestas conjeturas de tus amores escondidos, prohibidos. Ayer pude ver que me veías, veías con esos ojos, aquellos de los que aprendí a obviar el color y adorar tu alma. ¡Si! Ayer te vi viendo los míos. Pena que ver desde una fotografía no sea válido, el romance del hombre con una imagen; el temblor hermoso que retumba en mí cuando los poseo y la boca balbuceante que muere por explicarle a alguien lo mucho que vive por aquellas ventanitas mi tranquilidad.

¡No! Tan solo eres mariposa que no encuentra su flor, tan solo hurgas entre los espacios que puedas, buscas y siempre regresas al punto de partida, orgullosa de tus alas desplegadas y no te culpo, eres bella esperanza y triste partida, eres el punto de despegue y de descenso, eres viaje superficial que al transformarse en profundo no te deja escapar.

No te hablaré del pasado, siempre serás la tinta que no se consume, el papel que no se mancha. No morderé tus labios en mi cabeza porque tengo miedo que de tanto pensarlo anclen en los reales y podamos hacernos más daño.
No pisaré el viento porque de él ambos aún respiramos, lo contaminaré, buscaré aquel que expiras para reciclarlo en pequeños alientos que transformaré en suspiros tan sólo para poder escucharlos a solas.

No confundas mis palabras, tu amor aún me reconforta, me desquicia exquisitamente, aún sonreí ayer cuando vi tus ojos, aún me arrancas sonrisas reconfortantes y orgullosas de que estés logrando lo que quieres, quisiera pensar en ti siempre, pero también debo hacerlo por mí, y la mariposa emigró hacia otra flor, tal vez más buena, tal vez más acogedora.

Quisiera decirte tantas cosas, tantas cosas nuevas y buenas que me están pasando, quisiera apoyar mis anhelos de nuevo en tus oídos, escuchar tus palabras y la felicidad que transmites, y ser ambos un monólogo que siempre comienzan como dos voces: La tuya y la mía.

No te guardo rencor, y lo sabes, nunca lo haré, lo que puedan decir nuestras bocas saben nuestros interiores que es mentira.

Te extraño como amiga, como compañía, como lo que fuimos, esa relación que nunca pude definir y espero no hacerlo nunca. Me entristece saber ahora apoyas tus historias en otros oídos, que ahora otra regazo es en el que tu escondes, pero me alegra, al fin y al cabo, que estés feliz...y te deseo lo mejor.

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