
Ella era de las que suavizaban el lienzo del crepúsculo, como tener un cuadro de Renoir en el balcón de mi casa, pero tan de carne, tan humana, tan de sentidos y extremidades; bueno, yo no puedo exteriorizar bien mis pensamientos, soy tartamudo de expresión, tan igual a ella que me sentía absolutamente en bonanza; había encontrado un uso en aquella dama de recuadro.
Entre 6 y 7 de la noche era hora de fantasmas; mis padres, ya pasados los 50 estíos, seguían recogiendo del colegio a la hija de mi hermana, ya que Rocío, tan buena madre, estaba de vacaciones en alguna parte del este de Europa, quizás con libro de traducción en mano para poder comprender esas lenguas tan ajenas al mundo occidental. De cualquier forma entendía a los viejos, ya que así, yo viviendo aún con ellos, trabajaba y no podía complacer sus necesidades de distracción; pero ya eran 6:45 y no sabía que semblante imprimirían en sus rostros al ver a la mujer de cabellos blancos posando sus retinas sobre el paisaje, el cual era exclusivamente inherente a mi madre.
Entre 6 y 7 de la noche era hora de fantasmas; mis padres, ya pasados los 50 estíos, seguían recogiendo del colegio a la hija de mi hermana, ya que Rocío, tan buena madre, estaba de vacaciones en alguna parte del este de Europa, quizás con libro de traducción en mano para poder comprender esas lenguas tan ajenas al mundo occidental. De cualquier forma entendía a los viejos, ya que así, yo viviendo aún con ellos, trabajaba y no podía complacer sus necesidades de distracción; pero ya eran 6:45 y no sabía que semblante imprimirían en sus rostros al ver a la mujer de cabellos blancos posando sus retinas sobre el paisaje, el cual era exclusivamente inherente a mi madre.
Efectívamente, como si esa mujer de aparentes 80 años fuera mi mujer; la que sufrió al sentirme nacer, sorprendida por esa repentina escena, entró en lágrimas interminables, mientras mi padre, con cara de resentimiento hacía mi, la consolaba; la niña observaba tímida y curiosamente a la anciana y a todo éste acto de sollozos infinitos; seguídamente me preguntó si yo había conseguido mamá nueva, a lo cual, por sofoco ignoré, entendiendo su inocencia pueril.
En ese instante eterno reflexioné, tal vez apresuradamente, que era hora de formar una nueva familia, derrepente no como mis padres hayan querido, con una esposa apretándome las manos.¡Carajo, total ya era grandesito para formar mi propio núcleo! ¡Y esa viejita distraía mis sentidos!. Entendí que era carroña para leones en esa casa, no tenía ningun propósito prolongar mi estadía, que había durado ya más de 25 años...Era tiempo de seguir, y no había marcha atrás.
continuará...
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